Sabiduría

San Isidoro de Sevilla dice: “el nombre de sabiduría viene de sabor; como el gusto sirve para conocer el sabor de los alimentos, lo mismo la sabiduría, es decir, el conocimiento que se tiene de las criaturas por el primer principio, y de las causas segundas por la causa primera, es una regla segura para juzgar bien de cada cosa.”
La Sabiduría nos hace experimentar a Dios y todas las cosas desde Dios. Por ejemplo: es tan difícil perseverar, elegir bien, saber privilegiar, pero gracias a este Don el alma tiene un auxilio interior que le presta una ayuda indispensable a la hora de elegir ya que le enseña primero a a mirar bien las cosas. Para ser santos entonces es necesario este Don, que es un hábito de conocer las cosas tal como las conoce Dios.


Es necesaria la SABIDURIA, Don del Espíritu, para vivir la caridad y vivirla incluso hasta llegar al grado heroico. Porque con la Sabiduría Don vemos como evidente que siempre es mejor el amor antes que cualquier cosa.
Como todos los dones del Espíritu Santo la SABIDURIA es un don que se nos da para que podamos ser santos.

Pidamos el DON de SABIDURIA para poder comprender y amar a Dios como Él quiere ser conocido y amado por nosotros.


Mateo 12,38-42:  Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". 
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. 
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. 
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. 
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.

¿Cómo vivir esta Palabra?
Tarea difícil es la conversión de corazón. Sobre todo cuando consideramos que ya estamos convertidos del todo. Escuchaban la predicación de Jesús pero no la comprendían ni aceptaban. Veían sus obras pero no las entendían. No fueron capaces de comprender que Dios estaba actuando en medio de ellos. Su corazón y su mente estaban embotados.
Cuando esto sucede es casi imposible que la palabra de Dios penetre hasta el fondo. Es como un muro de contención que se coloca para detener el caudal de una represa.

Lo peor es pensar y sentir que como ya somos bautizados ya no necesitamos transformar nuestras vidas. Aprovechemos la oportunidad que cada día se nos presenta y reconocer los signos de Dios, escuchar y llevar a la práctica sus palabras de vida y abrirnos a su propuesta de salvación.

La voz de un monje
La humildad es la llave de la sabiduría. San Beda